Educar la confianza
Vivimos en una época de sospechas. La desconfianza se ha instalado como clima dominante en muchas relaciones: sociales, institucionales, familiares, e incluso educativas. En este contexto, educar desde la confianza no es solo un método: es una postura profunda ante la vida y ante el otro. Es elegir mirar con esperanza, aun cuando los indicadores inmediatos parezcan grises.
Confiar en quien aprende, antes de que lo demuestre. Confiar en quien educa, aun cuando cometa errores. Confiar en el proceso, aunque los frutos no sean inmediatos. Esto es lo que significa educar desde la confianza. No se trata de ingenuidad, sino de una fe práctica en que cada ser humano es más grande que sus limitaciones, y que en cada persona habita una promesa que espera ser despertada.
Descubrir
Pero ¿cómo se despierta esa promesa? No a golpes de instrucción forzada, ni a base de imponer verdades desde fuera. Lo que más transforma no es lo que se transmite, sino lo que se descubre. Por eso, el camino educativo más fecundo es el del descubrimiento. Descubrir no es solo aprender algo nuevo, sino reencontrarse con la verdad, con el sentido, con el valor de lo que ya estaba presente pero latente. Quien educa bien no llena cabezas, sino que acompaña miradas. Y quien aprende con hondura no solo memoriza, sino que se asombra.
Esta pedagogía del descubrimiento requiere tiempo, paciencia y mucha humildad. Supone un educador que sepa acompañar sin controlar, provocar sin imponer, confiar sin condiciones. Y supone un educando dispuesto a arriesgar, a equivocarse, a reconocer que el saber no es conquista, sino don compartido. Jesús de Nazaret fue Maestro por excelencia porque confió en los suyos incluso cuando no lo merecían. Vio en Pedro una roca cuando aún era inseguro. Llamó a Zaqueo por su nombre cuando solo lo conocían por su oficio. Y dejó que cada uno descubriera su verdad, sin forzarla. Su pedagogía no fue la del miedo, sino la del encuentro.
Educadores más que contenidos
Hoy, más que nunca, necesitamos educadores que siembren confianza y no solo contenidos. Que enseñen no solo a repetir, sino a descubrir. Que miren a sus alumnos no como proyectos por corregir, sino como misterios por acompañar. Educar en la confianza por la vía del descubrimiento es, en el fondo, creer que el otro puede más. Es mirar a cada persona no desde sus carencias, sino desde su potencial; no desde sus errores, sino desde sus posibilidades.
Es resistirse a la tentación del juicio inmediato y optar, en cambio, por la mirada paciente que sabe esperar. Es estar convencido de que dentro de cada ser humano habita una riqueza que aún no ha visto la luz, una palabra que aún no ha sido pronunciada, una belleza que aún no ha sido reconocida. Quien educa desde esta convicción no se impone, sino que acompaña; no exige desde fuera, sino que despierta desde dentro. Y en ese despertar, el educador también se transforma, porque al confiar, se deja también transformar por la confianza. Educar en la confianza por la vía del descubrimiento es apostar, cada día, por el milagro de que el otro se encuentre consigo mismo.
Juan Pedro Rivero González
Delegado diocesano de Cáritas Tenerife